viernes, 16 de diciembre de 2011

Trinche Carlovich

En estas fechas de poca memoria y muchas expectativas, Informe Robinson nos descubre la historia de Tomás Carlovich. Mito viviente.


Nacido en Rosario, cuna de mucho fútbol y más talento.  El trinche, hijo de un emigrante serbio afincado en la localidad santafesina, nació con la pelota de trapo pegada al pie. Tras su descarte en Rosario Central por técnicos que apostaban por el físico en detrimento del toque –una locura según relatan los ex-futbolistas del documento-, Carlovich se hizo famoso en Central Córdoba, equipo de “la B” argentina.

Entre gritos y admiración, Carlovich se fue haciendo mito partido a partido. El áura de genio desenfadado crecía con la masa de seguidores y fanáticos que le seguían semana tras semana. Marcelo Bielsa, célebre rosarino, no dejaba escapar un fin de semana sin verlo jugar. Con maneras de Fernando Redondo y un toque deseado por el mismo Riquelme (comenta un figura) se hizo mito viviente.

La constancia y el trabajo duro no iban con Carlovich, que se hastiaba de los entrenamientos y los madrugones y mientras disfrutada de jornadas de pesca. El partido de su vida tuvo lugar en el amistoso del combinado rosarino (donde también se encontraba un tal Kempes) contra la selección argentina que poco después viajaría hasta Alemania para competir en el mundial. En un repaso inédito, el Trinche lideró a su escuadra  en un espectáculo digno del mejor escenario. La historia estaba escrita.

Pekermann, Kempes, Valdano, Menotti y otros sabios se rinden a Carlovich. El mito acabó su trayectoria tras 20 días de su fichaje por Colón, cuando se compró un coche y volvió a Rosario porque no aguantaba más.

Carlovich, con una percha similar al del actual Maradona que aquel pibe bien parecido al reciente fallecido Sócrates, responde con sorna y una sonrisa de oreja a oreja a la retahíla de anécdotas y leyendas que circulan sobre él. El pasotismo con los entrenamientos, su constante  actitud desenfada, la convocatoria de la selección absoluta por parte de Menotti a la que no acudió porque, según él, ni se enteró, su falta de ambición y demás menesteres.

Tras dibujar una sonrisa al reflexionar sobre “lo que pudo ser y nunca fue”, su falta de profesionalidad y el mito y leyenda en que se convirtió; el periodista le pregunta qué daría por volver a tener veinte años (y poder volver jugar al fútbol), y el gitano, como le conocen los que le vieron jugar, se echa a llorar.

Una historia de un jugador que pudo serlo todo y fue todo lo que quiso: un tipo que solo quería jugar al fútbol. Un potrero de 10 con una historia digna de la más refinada y antigua máquina de escribir. Tomás Carlovich.

PD Maradona recien fichado por Newells: “Dicen que llegó el mejor, pero hay uno que es de acá y fue mejor que yo, un tal Carlovich”.


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