jueves, 20 de septiembre de 2012

Paradoja Barça. Paradigma Messi.


Paradoja es empezar la Champions con la misma funesta representación ante un rival de mismo pero descafeinado perfil con un semestre de reflexión tras el desastre. El esperpéntico acto de anoche evidenció importantes carencias en un equipo que reveló no haber aprendido de los fallos cometidos en primavera.


La infame pasada temporada de Piqué; la capital baja de Abidal (resaltado por Cruyff como el único irremplazable junto a Messi), y la negativa inercia de un crepuscular Puyol no impidieron que, paradójicamente, el inoperante Director Deportivo de la entidad, Andoni Zubizarreta, reforzase dos años seguidos el ya superpoblado centro del campo culé, dejando la retaguardia a merced de los desaciertos de los mediocentros. Los dos errores de un Mascherano excelente en todo excepto las transiciones defensivas (quimera culé) que costaron dos títulos (Copa de Europa y Supercopa de España) no amilanaron al nuevo técnico a la hora de juntarlo con otro mediocentro que nunca se había desempeñado en ese posición. La argucia de Emery, la velocidad de Emenike y la superlativa capacidad de contragolpe del Spartak, fusilaron al Barcelona en dos suspiros. Paradójico resulta que el nuevo míster alardease (puyazo al Madrid mediante) de cantenaros tras marginar a Bartra (el único defensa en el banquillo) por un recién llegado reubicado.

Los problemas de transición defensiva tampoco parecen haber sido solucionados (véase los dos goles) y el perfecto manual de ataque posicional de antaño ha variado hasta convertirse en un lisonjero devenir de pases sin intención. Los cambios de juego y controles orientados al primer toque se han perdido en unos Pedro y Tello que, aunque están en buena forma, no desbordan hacia el centro obligando las coberturas de los centrales rivales para liberar a los laterales en sus desdobles y a un Messi más rodeado que nunca. Bién es cierto que no cuenta el Barsa, lesionado Iniesta, con ningún jugador (mortal) que rompa líneas, pero este es un trabajo más de pizarra que de capacidad personal.

El capítulo de las particularidades cuenta con luces y sombras. El cariacontecido Cesc no encuentra la luz al final del túnel. Villa, aun regresando de una lesión, no mejora su escaso trabajo colectivo, ayer volvió a hacer otro absurdo pase de 40 metros hacia atrás como en Anoeta  (minuto 3:10) que casi cuesta el empate. Esperanzadores son los casos de Xavi y Thiago. Excelentes en la creación, están llamados a compartir parcela. 

El extraño buen hacer resultadista del club (el mejor arranque de la historia) esta maquillando peligrosamente una profunda crisis de juego. Las estadísticas manifiestan que el Barcelona casi dobla el coeficiente de número de goles encajados por partido (del 0,78 del guardiolismo al 1,28 de estos inicios).

Errores que por otra parte, se subsanan con la presencia de Messi. Jugando andando: el paradigma de la excelencia.

P.D. Paradoja también resultan los gritos a favor de la independencia de la gradería. Ecos de la reciente fiebre independentista actual nunca escuchados en el Estadi. A un Barsa que se sabe lo que es hoy día por su universalidad debería preocuparle (que lo hace visto las recientes absurdas encuestas) el buen manejo de ésta que hace su eterno rival. Un Real Madrid que comprendió mejor que nadie que para ser grande tienen que ser muchos. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Generales aturdidos


Tras los aparentemente inocuos dibujos de los entrenadores en el exordio de las alineaciones, un Madrid con más músculo que talento se lanzó a la caza de un City demasiado fiel a las costumbres de su medroso entrenador. La batalla del trivote madridista contra el doble pivote + 1 mancunian dejaba a Yayá Touré demasiado sólo en la elaboración y el toque de los medios. Acorralado el City, las embestidas del Madrid siempre topaban con la inoperancia de Higuaín o la mano salvadora de Hart.


Demasiado sólo Tévez, la salida de un ovacionado Silva por Dzeko corrigió el desamparo sufrido por el Apache. La entrada de Ozil y Benzema aventuraba finura, creatividad y orden en el ataque estático. El partido pedía goles a gritos y el primer golpe, contra todo pronóstico para los que no conozcan al equipo de Manchester, lo asestaron los blues gracias a una cabalgada de Touré. Si bién en su asistencia a Dzeko el Bernabéu se le quedó pequeño, lo mismo le pasó con la portería cuando pudo sentenciar el partido con el segundo gol en una ocasión que mandó al lateral de la red. En Champions, y más aún en Chamartín, la indulgencia es un juego traicionero. Marcelo y la fortuna, o el muslo de Javi García, desviaron el gol hacia la escuadra visitante. El intercambio de golpes continuó con los goles de Kolarov, otra fatídica acción a balón parado, la quimera madridista; y un reivindicativo Benzema que puso al Bernabéu en pie. El gol de Cristiano, al filo del descuento, sentenció la partida para deleite del público.

Vibrante y emocionante choque que despierta dispares lecturas. Lo inconmesurable del City como rival visitante puede florecer precipitados frenesís en el seno madridista. Partidos locos y apasionantes que borbotean emociones sin espacio para la reflexión. El monocorde planteamiento de Mourinho desnuda carencias en la creación y excesivas prisas que resultarán peligrosas contra rivales con más iniciativa. La catarsis personal del General Manager le otorga una provisional calma tras la sedición del madridismo este mes de desgracias y tempranas ligas “quasi” perdidas. Pero esta cadencia de vaivenes es un hábitat donde el madridista, que pasa del derrotismo a la exaltación absoluta en segundos, se encuentra muy cómodo.

Y ésto sólo era el primer partido.


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