Bayern de Munich 0-4 Real Madrid. Copa
de Europa, vuelta de semifinales.
Luka Modric
entrando en casa de Guardiola al grito de “¡Hola, señor Wilson!” como buena
alegoría de las últimas pinceladas del cuadro que ultima el rosellismo. Suponemos
que esta obra del neo nuñismo no estará terminada sin la consecución de la añorada
décima cuando, cumplidos los objetivos, podrán darse por hechos los deberes y
ya sólo faltará esperar a que Antonio López termine el cuadro del Rey antes de
que se le ponga cara del palo de Neymar, o de que el propio mariposa empiece a
ser más jugador de futbol y menos funambulista.
Nunca le
perdonaron a Pep en casa que, bajo el influjo de Bielsa, no concediera una
entrevista y nunca le perdonarán fuera que les inyectase antibarcelonismo en
vena a base de goleadas, levantamiento de trofeos y ronditos en el centro del
campo. Por eso se entiende un indiscriminado ataque señalado desde una prensa
madridista hilada en las sastrerías de Florentino como, lamentablemente, ya no
sorprende los ataques recibidos desde las editoriales del Grupo Godó. Las
conspiraciones arbitrales (¿dónde se perdió la segunda amarilla de Alonso en
Dortmund?) y las acusaciones de dopaje desdeñadas por la actual Junta culé a
cambio de un mísero talón de cinco cifras. Jactándose de buscar manos negras
para luego apretarlas en público en comidas previas a la final de la Copa del
Rey. La demonización de Pep, al que ayer no le salvaron ni las valkirias y que ahora parece no salirle una a derechas sin
Leo Messi –que también ha recibido lo suyo-, tras el parcial de 5-0 tachado de “fracaso,
humillación y ridículo” no parece guardar similitudes con el “accidente” (Santi
Nolla dixit) del 7-0 sufrido un año ha por el canonizado Vilanova en el mismo
escenario. Y es que las ligas de los cien puntos salvan al recientemente
malogrado Tito pero la colección de títulos por el mejor equipo del mundo deja
a Guardiola con el culo al aire. Molt be. Es lo que tiene llevarse bién con
Sandro e inclinarse ante la máquina periodística. A su vez, es tan comprensible,
como viene siendo histórico, soportar el típico tufo a triunfalismo que
desprende el madridismo a la mínima victoria, ver cómo quieren enterrar el
modelo que les sepultó bajo tierra pero cuya usurpación encumbró a la selección
para su propio y paradójico goce como es de juzgado de guardia leer columnas
catalanas prestas a dilapidar el modelo que ha hecho del Barsa el mejor equipo
del mundo. Se hizo con el cruyffismo en el 96’ y se están atacando todos los
cimientos del guardiolismo en 2014.
Algo muy
gordo ha tenido que hacerles Guardiola a los madridistas cuando sólo tienen
palabras para él tras llegar por primera vez en doce años a una final de
Champions. La miseria moral del rosellismo se ceba también con el técnico que,
junto con el mejor presidente de la historia (con Laporta el Madrid nunca pasó
de octavos de final) sometieron al mundo con un par de cojones, sin protección
periodística ni cadenas de favores. Ahora, la herencia nuñista rosellista que nos
dejó hace un año humillados y vejados en el propio Munich, nos priva hoy de
todos los títulos. La triste realidad de vernos sin pelear por los títulos es
el penúltimo golpe de esta Junta al club. Después de ver las semifinales con la
camiseta del Bayern y empezar a contemplar la lluvia de futuros posibles fichajes
que asolan las portadas, podemos afirmar que hemos vuelto oficialmente a los
ochenta. Si para más inri tenemos que aguantar a unos madridistas, que nadie
aguanta ni en las derrotas, levantando la décima, no quiero ni pensar lo que nos
depara el futuro inmediato.
Portada del
día que Guardiola firmó como técnico del FC Barcelona