viernes, 16 de noviembre de 2012

Barcelonista eres tú




Podría repasar mi vida recordando los momentos en los que vi jugar al Barsa. Desde emular vaselinas de Romario con pelotas de plástico hasta recordar mis primeras rajadas contra la madre de Mourinho mientras él se pelaba las rodillas en el Estadi o perder la compostura el día del 2-6. Ser del Barsa, y más concretamente de fuera de Cataluña, no ha sido nunca fácil. Los anuncios victimistas del Atleti nos dan la risa floja a los que durante años hemos luchado por defender a capa y espada al Barcelona de Van Gaal ante fanáticos de Zidane o Raúl. Al fan de Raúl lo miraba uno como alucinado. Nunca sabías por dónde te iba a salir.

Ahora ser del Barcelona se vuelve a tornar difícil. Justo cuando mirábamos por encima del hombro tanto a madridistas en horas bajas como a los tránsfugas que salen de las piedras con camisetas del Málaga. Parece que con la marcha de Guardiola se hayan destapado las vergüenzas del barcelonismo y nos vayan a poner a todos en nuestro sitio, dónde en el fondo nunca hemos estado tan mal. El entorno ha pasado de estar guardiolizado a politizado y a nadie se le ha preguntado lo que piensa, como si se diese por hecho que todos queremos autoafirmarnos, y si es políticamente mejor. Los periodistas afines se prestan aburridos y poco ocurrentes, como si los catastrofismos agudizasen el ingenio y a los culés de pro no nos quedase más que leer a Jabois si no queremos que se nos repitan los pucheros del Perarnau. Y a los (escasos) figuras que lucen nuestros enemigos no está bien visto que los admiremos por si nos gustasen por encima de nuestras posibilidades, que eso es muy español y no está el patio como para orgullos patrios.

Si no teníamos ya lo nuestro, ahora resulta que nos han metido al enemigo en casa. Los barcelonistas de provincias, que somos todos ya que no sabemos si la capital está en Ámsterdam, Rosario, Santpedor o Berna; tenemos que lidiar con los de dentro de Cataluña, que lo quieren todo para ellos y encima no lo terminan de calibrar bién. A mi, personalmente, me declararon oficialmente la guerra el día que pise por primera vez el Estadi. Cuando un señor regordete sentado a mi derecha (ya se sabe que los usurpadores sin tapujos ni vergüenzas se sientan siempre a la derecha y éste era usurpador de ilusiones) me preguntaba intrigado, entre goles de Messi, por qué era yo del Barça. Lanzando la pregunta con ese tono de inocencia del que pregunta algo con malicia pero aparenta buscar alguna respuesta lógica a una situación kafkiana. Como si yo, en vez de ser de Málaga, fuese de Katmandú. En ese momento me dieron ganas de saltarle los dientes con el DNI de mi abuela, que es de Puigcerda. Suerte que estas cosas superan a barcelonistas neutros, no a los que nos hemos curtido entre raulistas, que nos sobra temple.  

Y es que con gente como nosotros no pueden ni todas las señeras del mundo. Esas cosas nos preocupan lo justo. Tenemos tan interiorizado nuestro ADN que en esas infames tardes de resaca destilamos alcohol y nos dicen que olemos a antimadridismo, ya que venimos rezumándolo desde el quinto copazo. El otro día, recién levantado, me pareció entrever en los restos de vomitera del zapato algo parecido a la cara de Ozil, como el que va a Bélmez y se pone a mirar manchas. Yo ya no sabía si meter los zapatos a la lavadora o llamar a los de Cuarto Milenio, y es que los demonios es lo que tienen, que hay que echarlos con todo. Dicho esto, alguien debería exigir a los que usufructan el barcelonismo como simple herramienta chantajista política que los exabruptos secesionistas que utilizan plataformas tan potentes como un clásico se coreasen a pleno pulmón, simbolismo mediante, no sólo unos pocos segundos desde el minuto 17 y 14 segundos, que eso lo hace cualquiera; sino desgañitarse durante 17 minutos y 14 segundos. Conociéndoles, se iban a convertir todos en chulapos con tal de ahorrarse la pela de la factura del logopeda, que esto de la independencia les va a salir caro hasta reivindicarla.

El día que me muera, supongo veré pasar en un segundo todos los momentos de mi vida en los que estuve viendo al barsa, que son unos cuantos. Llegará un momento en el que aparezca ante mí el regordete usurpador para joderme hasta los instantes finales, en ese preciso momento de lo único que me entrarán ganas será de irme al Estadi y pegarle un paraguazo a él y al árbitro de turno en sus dos apellidos. A ver si así nos ajustan las cuentas del cochinillo y se van a gritarle independencia al pescadero de la boquería. 

2 comentarios:

  1. El raulismo, es un movimiento de clases ( y de clase), no atiende a nacionalismos ni a fronteras, pero tiene ese punto irracional del romanticismo decimononico.
    Quizas porque la nacion madrileña es solo un apéndice cercenado de Castilla no le dan por lucir el pendon comunero, vaya usted a saber.

    Buen artìculo Josep

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  2. Jajajaja me deja usted sin respuestas a la altura de tan genial comentario, Xavier.

    PD De acuerdo con matices...el raulismo, también es anacrónico.

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