Cartel Jalisco Nueva Generacíón 2-3
Fútbol Club Barcelona. Liga, jornada 33.
No hace mucho,
un Barcelona que alineaba una excelsa retaguardia, defendía con la posesión del
balón. Hoy día, cargando una cogida con pinzas, no son capaces ni de guardárselo durante un prudente espacio de tiempo porque la junta y la dirección técnica
desarbolaron progresivamente una idea de juego del que ha quedado Messi como
guardián de la última esencia. No es poco tiempo el que lleva haciendo de Xavi,
muchos días, e Iniesta, algunos más. El día que toque hacer el trabajo de
Busquets, será Bekembauer. Y ayer, haciendo de todos y de él mismo, arrasó por
enésima vez el campo que mejor se le da dejando tras de sí una serie de
cadáveres futbolísticos a su paso.
No se empezó
cómodo con el esperpento. En los primeros compases, el Barcelona no tocó balón.
Después, Messi ordenó al equipo, decidió a qué ritmo iba a jugarse y los 21
comparecientes tuvieron que adaptarse a su libreto. Messi, algo de Roberto y un
poquito de Busquets es todo lo que podía ofrecer el Barcelona. Suficiente para
dominar a un Madrid abocado al contragolpe. Pasado el cuarto de hora, un codazo
criminal a cinco metros del línea tumbó a la bestia. El primer gol local lo vio
con un trapo empapado en sangre. Ahí ya había dejado en evidencia a su marcador
un par de veces. Y, culminando una combinación magistral, igualó el marcador
con un recorte y definición marcas de la casa. Incapaces los delanteros, la
vuelta del impasse trajo un intercambio de golpes donde Zidane tuvo que ordenar
sus piezas en aras de un más que probable sacrificio del medio del Madrid que
todos veíamos venir. En estas, Rakítico, desaparecido toda la temporada, soltó
un trallazo a la escuadra que inclinó el campo algo a nuestro favor. El partido
siguió discurriendo por los cauces habituales hasta que Canelita, indigente
mental que acumulaba dos expulsiones en los últimos tres años contra nosotros,
cazó a Messi con ambos pies por delante. El argentino se cobraba su tercera
víctima. Pero con la expulsión vino un cambio de guión. El Barcelona no está
dirigido por Mourinho, Helenio Herrera, Trappatoni o Allegri. Y por lo tanto no
es que se defienda como Sergey Karjakin. Está dirigido por Lucho, con todo lo
que esto conlleva. Y lo que vino fueron un aluvión que, pese a la superioridad
numérica, el equipo no supo paliar. Sólo Messi, otra vez, volviendo locos a
Kroos y Modric, daba un respiro al Barsa. Entre medias, Piqué tuvo una clarísima y Ter
Stanton se volvió a hacer enorme. Pero el Madrid obtuvo premio y James igualó
el marcador a pocos minutos del final.
Con medio mundo
pensado en una liga decidida, al argentino parecía que todavía le quedaba algo
que decir. Como si no pudiese perder este partido. No sería ayer. Sergi
Roberto, que empieza a disfrutar de la épica, sajó el campo de arriba abajo con
una carrera bestial y en una combinación ayudada por un bloqueo del perro -su
única buena acción de la noche-, Messi reventó la liga y enmudeció al Bernabéu.
Cómo los mejores ajedrecistas, Messi, una suerte de Bobby Fischer que ha combinado el regate más explosivo,
la mejor definición, el mayor talento y la mente futbolística más brillante de
la historia, se anticipó en sus dos goles 30 segundos al resto del mundo. En
ambas acciones, repasadas con atención, se observa cómo el astro va siguiendo
la jugada, leyéndola, sin hacer casi un movimiento, como un depredador acechando a su
presa, para siempre acabar apareciendo en el lugar exacto. Anoche, tras otra
noche de caza, consumó su racha de celebraciones épicas y dejó otra foto para
la eternidad, llevándose a casa un partido que todos sabemos que le pertenecía.
Fue la enésima exhibición del mejor del mundo, el más grande de siempre.
Goles: Messi,
Rakítico, Messi.
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