En el campo
más maldito para los madridistas. Mourinho sacó a relucir su versión más
auténtica, esa que se conforma con un gol fuera de casa y aguantar los embistes
del rival. El problema surge cuando el rival tiene a los mejores extremos del
mundo, y a tus laterales no les alcanza casi ni para la competición doméstica. Tras
un tempranero gol de Ribery en un corner (el suplicio madridista del año) Ozil
empató nada más comenzar la segunda parte. Si los primeros minutos de cada
tiempo fueron del Madrid, el resto del partido fue una constante teutona. En el
descuento, Mario Gómez, tras tres avisos anteriores, reventó la portería de
Casillas tras un fallo garrafal de Coentrao que dejaba al Madrid temblando en
el último minuto. Justo resultado para un partido donde uno se conformó con muy
poco, y el que puso las ganas se llevó su premio.
Anoche, el
enésimo duelo Chelsea – Barcelona. El clásico europeo por excelencia de la
pasada década. Donde al Barcelona se le volvió a atragantar Stamford Bridge. A
diferencia de su archienemigo nacional, el Barsa si que buscó y buscó el gol. No
sería por falta de oportunidades (24 tiros a puerta) sino por perdonavidas o
mala suerte, queda a juicio de cada cual. El Chelsea, en el único tiro en todo
el partido, obtuvo su recompensa por el atento trabajo defensivo y
ultraconservador que planteo Di Mateo, amante del Catenaccio. Cierto es que no
sólo el Chelsea, sino ningún equipo en el mundo es capaz de jugarle de tú a tú
al Barcelona, no iba a ser menos el Chelsea con el perfil de jugadores del que
dispone el italiano, por lo que poco hay que reprocharle.
La falta de
puntería habría que buscarla donde el Barcelona desembolsó casi 90 millones de
euros este verano. Urgencias aparte en la zaga, los 45 kilos que costó saciar
el ego de Fágregas y los otros 45 para traer al niño maravilla no fueron
suficientes para que entre los dos apuntillasen al Chelsea tras tener 3 y 2
ocasiones cantadas respectivamente. Las de Alexis Sánchez, tras un larguero y
un trabajo excepcional de desgaste, más perdonables que las del ex canterano.
Un Fábregas
que falló tres ocasiones clarísimas en la primera parte. Si Messi se disfrazó
del Lionel argentino que juega con la selección, unos metros retrasado
participando en la creación y dando los pases definitivos que Higuaín se encarga
de deslucir, ayer Cesc se disfrazó del delantero madridista. Tampoco se trajo
para eso, pero con una participación nula en el juego de creación, la escasa
velocidad, el parsimonioso y desidioso trote con el que ronda el campo y las
infinitas pérdidas de balón uno se pregunta qué fue lo que impidió a Guardiola
cambiarlo por Thiago mucho antes de cuando se produjo el cambio. La frescura
del 11 del Barcelona evidencia cada día al flamante fichaje veraniego que le
robó el 4 por obra y gracia suya pese a tener menos experiencia en el equipo.
Dice Martí
Perarnau que no lo dudemos, que Fabregas habla el idioma Barsa. El software de
Pep, como el mismo 4 le llama. La realidad es que los que se subieron al carro
de Fábregas se han dado cuenta de que al carro le faltan las 4 ruedas.
Con un Xavi
desaparecido todo el año, un Iniesta discreto y un Messi excepcional. Anoche se
echó de menos al jugador menos dotado de la plantilla, el que más balones pierde
y el que menos se asocia. El barcelonismo sabe que Villa, el menos admirado del
club, habría aprovechado el momento y estaríamos hablando de otra cosa.
A falta de
la vuelta en casa. Ambos equipos lo tienen más o menos difícil aunque sigan
como favoritos. Si bien el resultado del Barcelona es más desfavorable y un gol
rival haría muchísimo daño, juegan contra un rival muy inferior al que
presuntamente encontrarán el gol fácil jugando en casa. El caso del Madrid es
distinto. Necesitan nutrirse del oxígeno que les dio el gol del fundido Ozil
para encararse con un rival que les tiene cogida la medida. Sus opciones pasan
porque unos encuentren la puntería y los otros, el juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario