Barcelona 2-3 Valencia (Liga, 21)
Sorpresa para
algunos en el Estadi. En lo que parecía una plácida tarde de sábado, un
paupérrimo Valencia inmerso en una salvaje crisis institucional y deportiva le
pintó la cara al poco lustroso líder en su propio campo. El juego del Barsa fue
un homotético reflejo de todo lo que es o rodea al club. Un quiero y no puedo
donde, como es lógico cuando las cosas se hacen mal, se descubren todas las
costuras. Unos descosidos que algunos llevan un tiempo sufriendo pero que los resultadistas, ahora sin argumentos, han intentado tapar mirando para otro lado.
Deportivamente: una
inexistente defensa, unos laterales de limitado IQ y nula capacidad
defensiva, un pivote fuera de forma desde navidades y un interior fundido. Desde
ahí se parapeta el equipo. Luego se arma el ataque en torno al pésimo hacer de
un entrenador que no atina en la forma de encajar a Cesc (el jugador con más
criterio y rapidez de ejecución) con un Messi gris en el día de ayer, y unos
extremos en una línea decadente. Ese es el “Barsa aspirante a todo”. Las
terribles sensaciones que deja una defensa que pide a gritos una renovación que
nunca llega no son peores que los secretos ocultos de un centro del campo
inexistente. Con un mundo entre líneas y un ataque sin chispa. El culmen de la catástrofe: un gol de cabeza de un jugador de 1'63 metros de altura y el tanto sin oposición de un tal Paco Alcácer, delantero desconocido de cuyo nombre imaginamos a algún secundario de una película de berlanga o alguien que conduce un tractor. A todo esto, con el fichaje
más caro de la historia en la grada (junto al padre que debe
ser el cuarto o quinto más caro de la historia del club) por el desatino de su
entrenador.
Institucionalmente,
el desastre es mayúsculo: la falta de exigencia que se respira en el club desde
la marcha de Guardiola y el mal hacer de una directiva van progresivamente
enterrando el proyecto de Laporta-Cruyff. La mala renovación de la plantilla
(prometida a gritos tras la debacle de Munich) focalizada en el fichaje de
Neymar (cuando existían posibilidades tangibles, eficaces, más urgentes y
económicas que el desembolso por el brasileño) impide la progresión deportiva del
equipo. La última,
la venta del club a los cataríes y la necesidad imperiosa de gastar 600
millones de euros en el nuevo campo nuevo. Calculando una inflación de media del
30% del presupuesto en este tipo de proyectos faraónicos, a los actuales directivos
les gotea el colmillo con la lluvia de comisiones que pueden volar sobre sus
cabezas. Más allá de la necesidad o no de ampliar un campo nunca lleno.
Tiempo de
inexistente reflexión. Con un poco de perspectiva, la derrota de ayer no es ni de lejos lo peor que le pasa al club. Mientras jugadores saciados de títulos y con las
piernas cargadas de partidos no claudican, la dirección técnica no da
respuestas ni tiene capacidad para sentar a los acomodados y dar verdaderas
oportunidades a los que mejor en forma están y la corrupta directiva está empeñada
en acabar con el modelo, beneficiar a rivales directos por cuestiones personales y apartar a los símbolos del club (Cruyff, Abidal y Guardiola). El propio Pep trazó la linea a seguir: ir partido a partido y rodear a Messi de los compañeros idóneos. Ninguna se ha seguido. Por lo tanto, o se convocan elecciones, toma el poder el soci y acaba presidiendo el club una
junta cruyffista o esto, que han tenido tiempo para demostrarlo y no lo han hecho,
no tiene solución. Y la culpa es de quién es.
PD Mención de
honor para otras dos noticias del día de ayer. Por un lado, la consecución de
la Copa de África de Naciones por la Libia de Clemente -el míster lo ha vuelto
a hacer-. Por otro, el triste fallecimiento de Luis Aragonés. Ambos abanderados de los valores que no tiene este Barcelona.
XI:
Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Busquets, Xavi (Iniesta), Cesc (Tello);
Alexis, Messi, Pedro.
Goles:
Alexis (7), Parejo (44), Piatti (48), Messi (p. 54), Alcácer (59).
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