Italia 0-1 Uruguay. Mundial, fase de
grupos.
¿Qué tendrá
Uruguay para sacar tanto talento futbolístico y qué habrán hecho para merecer
al peor lateral izquierdo de la historia? Del probabilístico cocktail del modelo
uruguayo lo mismo te aparece un Suárez que un Álvaro Pereira y eso es difícil
de manejar a menos que te apellides Tabárez. Del campeón de América no se puede
decir que propuso pero sí que dispuso. Quiso y obtuvo. Italia, vendiendo una
ilusoria idea de diversión y buen juego, salió por la puerta de atrás por
conformarse con el empate. Una oda al juego miserable que, paradójicamente,
derivó en la dimisión ipso facto del director técnico tras no tirar si quiera a
portería. Es curioso como la dimisión por la incapacidad de Prandelli de traer el buen juego a
un país acostumbrado a la gloria abonado al catenaccio suscita comparaciones
con los que esgrimen la dimisión de Del Bosque y el fin del tiqui taca. Peticiones
a base de inconsecuencias; ya que España, si algo ganó, fue cuando apostó por
el toque (y el Barcelona). La nota gris de la tarde la puso el yonki de Luisito
que no pudo aguantar más. El bocado que se llevó un Chiellini con una
carrera de marrullerías a su espalda levanta la indignación de un madridismo
que lo ve cerca del Barcelona. Curioso, por lo menos, cuando las críticas
proceden de los mismos especímenes que defienden a un Pepe al que tenían que
haber desterrado a la fosa de las marianas. Con España, Italia y Croacia (otra
que se las traía) de vacaciones, el mundial ñeta toma fuerza y va camino de
convertirse en otra edición de la terrible Copa América. Se está poniendo el
tema serio.
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