Sólo a veces, y
cada cierto tiempo, surge una leyenda. En el deporte más impreciso y popular
del planeta, aparecieron con cuentagotas personajes que infundieron realmente
miedo. Desmedidamente anacrónicos, se habrían permitido triunfar en cualquier época
porque su talento no conoce límites. En el fútbol moderno, siempre al parecer
del que subscribe, estos jugadores se cuentan con los dedos de una mano.
Existieron también futbolistas maravillosos, merecedores de su lugar en el olimpo
de este deporte, pero que nunca pertenecieron a esta élite. Como dijo E.J.
Rodriguez de George Best: “…jugadores que no hubieran encajado en la escuela
del Ajax o la Masía, porque su talento silvestre sólo les permitía hacer rondos
consigo mismos”. Definamos, para aclararnos, de qué clase de jugadores estamos
hablando. Muy fácil. De los que, cogiendo el balón en cualquier punto del
campo, todo el mundo tiene la sensación de que la jugada puede acabar en gol.
Encuadrémolos pues. Primero, Diego Armando, en el gol de todos los tiempos,
donde con un tobillo ya quebrado, marcó el gol definitivo. Segundo, Ronaldo
Nazario, con su inolvidable gol una cálida noche de septiembre bajo la atenta
mirada del apóstol Santiago. En tercer lugar, Henry y su Copa de Europa, incluyendo su impresionante final perdida contra el Barcelona. Tras él, la
sonrisa eterna de Ronaldinho, con su carta de presentación en el Estadi
mientras los niños dormían. Y por último, Messi. En el que no fue su gol más importante (pese a que abrió
la lata en una final), ni el partido ante el rival más lustroso. Pero la
espontaneidad del momento no imposibilitó que, en el momento en que Dios en la
Tierra agarró el balón, más de uno estuviese ya cantando gol. Puede que alguno llorase incluso, sucumbiendo a tal descarga de sensaciones, como una trastornada Sharon Stone delante del Egon Schiele, no podemos saberlo. Pero sí que nunca estaremos lo
suficientemente agradecidos, y puede que no se valore lo suficiente, la
cantidad de cosas que viene haciendo el marciano por nosotros. Y sobretodo, lo que está
claro es que el momento deportivo más emocionante del año nos lo volvió a
regalar él.
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